Una de las primeras fotos de Theodor Herzl |
Esta cita de Theodor Herzl (1860-1904), el fundador
oficial del movimiento sionista, fue escrita en 1895.[1]
Desde entonces y hasta hoy, se ha convertido en una consigna del sionismo para
justificar lo injustificable, para convertir a las víctimas en verdugos y a los
verdugos en víctimas.
«Nadie mejor que Hannah Arendt[2],
ilustre y brillante pensadora alemana de religión judía, ha denunciado este
flagelo de la filosofía sionista de la historia, que ha contribuido a
desarraigar a los judíos nacidos en cualquier país del mundo y, al confundirlos
y desintegrarlos de su contorno natural, los ha convertido en esquizofrénicos
políticos».[3]
Hannah Arendt |
«No menos peligrosa, y en
total acuerdo con esa tendencia general, fue la única contribución de la
filosofía de la historia que los sionistas aportaron con sus nuevas
experiencias: “Una nación es un conjunto de personas… que se mantienen unidas
por causa de un enemigo común” (Herzl), una absurda doctrina que contiene tan
sólo esta pequeña verdad: que muchos sionistas están, ciertamente, convencidos
de que ellos son judíos para los enemigos del pueblo judío. Por lo tanto, estos
sionistas concluyen que sin antisemitismo el pueblo judío no podría haber
sobrevivido en los países de la diáspora; y por eso ellos se oponen a cualquier
intento en gran escala para liquidar el antisemitismo. Por el contrario, ellos
declaran que nuestros enemigos los antisemitas “serán nuestros más confiables
amigos y los países antisemitas nuestros aliados” (Herzl). El resultado sólo
puede llevar, verdaderamente, a una total confusión en la que nadie podrá
distinguir entre el amigo y el enemigo, en la que el enemigo se convierte en el
amigo y el amigo en el enemigo escondido y, por lo tanto, en el más peligroso.»[4]
«En 1925, Jacob Klatzkin[5],
el partidario más vehemente del abstencionismo y coeditor de la enorme Encyclopedia Judaica, dejaba claro las
completas implicaciones del acercamiento sionista al antisemitismo:
“Si no admitimos la
legitimidad del antisemitismo, negamos la legitimidad de nuestro propio
nacionalismo. Si nuestro pueblo merece y desea vivir su propia vida nacional,
entonces es un cuerpo ajeno incrustado en las naciones en las que vive, un
cuerpo ajeno que insiste en su propia y distintiva identidad, reduciendo la esfera
de su vida. Es correcto, en consecuencia, que luchen contra nosotros en bien de
su integridad nacional. En lugar de establecer asociaciones de defensa contra
los antisemitas, que quieren reducir nuestros derechos, debemos establecer
asociaciones de defensa contra nuestros amigos que desean defender nuestros
derechos.”[6]»[7]
[1] Raphael Patai
(ed.), 1960, volume 1, p. 84.
[2] Hannah Arendt (1906-1975), filósofa,
socióloga y politóloga alemana radicada en EE.UU.
[3] Saad Chedid, “Y se hizo la luz...”, Estudios Árabes, Año 1, Número 3, Buenos
Aires, Julio-Setiembre 1982, p. 9.
[4] Hannah Arendt, The Jew as Pariah: Jewish Identity and
Politics in the Modern Age. New York; Grove Press, 1978, p. 148.
[5] Jacob Klatzkin (1882-1948), como buen
sionista, aseguraba que los asimilacionistas eran “traidores al Judaísmo”
(Ludwig Lewisohn, Rebirth: A Book Of
Modern Jewish Thought. Newberg OR: Barclay Press, 2007, p. 170).
[6] Jacob Agus, The Meaning of Jewish History. New
York/London: Abelard-Schuman, 1963; Vol. II, p. 425.
[7] Lenni
Brenner:2011, p. 64.