«En palabras llanas, los estadounidenses judíos
comunes, con todo su conocimiento libresco, son iguales, respecto a las
cuestiones políticas, a las gentes de Nínive en la antigüedad, a quienes dios
decidió perdonar, por todos sus pecados, porque no podían “discernir entre su
mano derecha y su mano izquierda.”[1]
En 1948, los judíos conocían lo que Hitler les había
hecho. La mayoría no sabía nada acerca de lo que los sionistas habían o no
habían hecho por ellos, y, si eso es posible, la mayoría de los estadounidenses
sabían menos todavía. Tampoco sabían la mayoría de los judíos o estadounidenses
qué había hecho EE.UU., si es que había hecho algo, para auxiliar a los judíos
de Europa en los años 30’ ,
o en la época del Holocausto.
Lenni Brenner. |
Pero nosotros sabemos, o deberíamos saber, qué es lo
que no hizo EE.UU. de América, bajo el gobierno del demócrata Roosevelt, no
hizo nada por abrir las puertas de la inmigración a los alemanes judíos en los
años 30’ ,
y el auxiliar a los judíos no fue nunca una prioridad durante el Holocausto.
Roosevelt era inmensamente popular entre los judíos, obteniendo cerca del 90
por ciento de sus votos, a pesar de su indiferencia respecto a las dificultades
por las que pasaban sus hermanos. Pero hoy en día la mayoría de los
historiadores no tiene más que desdén hacia él. Él puso a 140.000 de sus
propios ciudadanos, los estadounidenses de ascendencia japonesa, en campos de
concentración. Seguramente, no los mató. Pero no puede haber palabras gentiles:
poner a esos inocentes en campos de concentración, debido a su raza, fue un
crimen de guerra. Y combatir a Hitler con negros arreados en unidades
segregadas también fue algo criminal.
Hoy, si bien Churchill todavía es estimado
popularmente en forma incorrecta, su imperio británico se ha ido, nadie se
apena por eso. Y otro antinazi, Stalin, es vituperado y su Unión Soviética se
ha desvanecido dentro de los libros de historia.
En este contexto, exponer el rol sionista en la época
de Hitler es parte del escrutinio del pasado, requerido a los historiadores, y
no es distinto, en principio, a denunciar a Roosevelt o a Stalin por sus
crímenes, cometidos mientras combatían a Hitler.
La pregunta es ¿hasta qué punto hará algún bien, hoy,
hasta qué punto ayudará a los estadounidenses, judíos y gentiles, comprender al
sionismo y así ayudar a salvar vidas, palestinas e israelíes, al someter al
Estado de Israel de hoy al escrutinio por sus crímenes, pasados y presentes?
Yo no puedo responder eso. El tiempo dirá. Pero no
importa, al menos para mí. En tanto historiador no puedo hacer otra cosa que
desenterrar los hechos y proclamarlos. El proverbio todavía es válido: aunque
la gente no le preste atención, la verdad debe decirse.»[2]
[1] «Entonces dijo
Dios a Jonás: “¿Te parece bien enojarte por el ricino?” Y él respondió: “Sí, me
parece bien enojarme hasta la muerte.” Dios le dijo: “Tú tienes lástima del
ricino, en el cual no trabajaste por hacerle crecer, que en el espacio de una
noche nació y en el de otra noche pereció, ¿y no voy a tener yo piedad de
Nínive, la gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas que no
distinguen su mano derecha de la izquierda [que no distinguen el bien del
mal]…?» (Jonás 4:9-11).
[2] Lenni Brenner, 51 documentos: Colaboración de los dirigentes sionistas con los nazis.
Buenos Aires: Editorial Canaán, 2011, pp. 445-446.