sábado, 10 de marzo de 2012

Capítulo XLII - Imitando la maldad nazi en Palestina


Arnold Toynbee
En 1950, Arnold Toynbee[1] ya denunciaba el Holocausto Palestino: «Si ha de medirse la iniquidad del pecado por el grado en que el pecador peca contra la luz que Dios le otorgó, los judíos tenían aún menos excusa en 1948 d.C., para expulsar a los árabes palestinos de su patria, que Nabucodonosor, Tito, Adriano y la Inquisición española y portuguesa para desarraigar, perseguir y ex-terminar a judíos de Palestina y de cualquier otra parte, en diversas épocas del pasado. En 1948 d.C., los judíos sabían, por experiencia propia, lo que estaban haciendo y su tragedia suprema estribaba en que la lección que aprendieron en su encuentro con los gentiles alemanes nazis les sirviera no para eludir, sino para imitar algunas de las maldades que los nazis cometieron contra los judíos. En el día del Juicio Final, acaso el crimen más grave de que deban dar cuenta los alemanes nazis fuera no el haber exterminado a la mayoría de los judíos occidentales, sino haber determinado que el resto sobreviviente del judaísmo pecara tan gravemente. Los judíos fueron en Europa de 1933 a 1945 d.C. las víctimas indirectas del resentimiento de los alemanes por la derrota militar sufrida frente a sus congéneres gentiles occidentales, en la guerra de 1914-18; los árabes de Palestina se convirtieron, a su vez, en 1948 d.C., en las víctimas indirectas de la indignación de los judíos europeos por el genocidio que cometieron con ellos sus congéneres gentiles occidentales en 1933-45 d.C. El impulso a cometer delito que tiene un vecino más fuerte, cuando causa a un vecino inocente más débil los mismos sufrimientos que él mismo experimentó a manos de otro más fuerte, es acaso la más malvada de todas las bajas inclinaciones de la naturaleza humana.»[2]


Heinrich Himmler, jefe de las SS del Tercer Reich, y Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel. 



[1] Arnold Joseph Toynbee (1889-1975), historiador británico.
[2] Arnold Toynbee, Estudio de la historia. Buenos Aires: Editorial Emecé, 1951; Vol. IX, 1ª parte, pp. 257-258.