sábado, 10 de marzo de 2012

Capítulo XVIII - Cereal para los molinos de la propaganda nazi


«Si, prescindiendo de argumentos ulteriores, a alguien se le dijera que los primeros sionistas eran racistas, asumiría automáticamente que esto era parte del aspecto colonialismo del sionismo en Palestina. En realidad no es así; el sionismo Blut se hubiera desarrollado en Palestina incluso si esta hubiera estado completamente desierta. El entusiasmo por los conceptos de Blut y Boden formaban parte del sionismo antes de que el primer sionista moderno partiera de Europa.
Blut und Boden (Sangre y Suelo): una consigna de
las juventudes hitlerianas
El racismo sionista fue una curiosa derivación del antisemitismo racial. Para estos sionistas los judíos eran una raza pura, ciertamente más pura que, por ejemplo, los alemanes, que tenían una gran mezcla de sangre eslava, como concedían incluso los pangermanistas. No obstante, los racistas sionistas pensaban que esa pureza racial no podía superar el gran defecto de la existencia judía, a saber, que carecían de su propio Boden judío. Mientras los racistas teutones se consideraban a sí mismos como Übermenschen (“superhombres”), estos racistas hebreos no veían a los judíos bajo esa luz, sino más bien a la inversa. Pensaban que, al no tener su propio Boden, los judíos eran Untermenschen (“infrahombres”) y, en consecuencia y para sus “anfitriones”, poco más que sanguijuelas: la peste del mundo.
El ideólogo nazi Richard Walther Darré (1895-1953)
en un seminario sobre el tema de Blut und Boden. 
Cuando uno cree en la validez del exclusivismo racial, es difícil plantear objeciones al racismo de otros. Si uno cree además que es imposible para cualquier pueblo desarrollarse saludablemente excepto en su propia patria, entonces no puede impugnar la exclusión que otros practican con los “extraños” que habitan en lo que aquellos consideran su territorio. De hecho, el sionista medio nunca se imaginó dejando la civilizada Europa por la salvaje Palestina. Resulta obvio que los ideales sionistas de Blut y Boden proporcionaron una excelente base lógica para no combatir el antisemitismo en la tierra natal: los antisemitas no tenían la culpa, sino los judíos y su desgracia de vivir en el exilio. Los sionistas podían argumentar lastimeramente que la pérdida de Palestina era la causa principal del antisemitismo, y que recobrarla era la única solución a la cuestión judía. Todo lo demás sólo habría de resultar vano o paliativo.
El historiador Walter Lacqueur
Walter Laqueur[1], el decano de los historiadores sionistas, se preguntaba en su libro A History of Zionism si la insistencia sionista en la naturalidad del antisemitismo no era precisamente “cereal para los molinos de la propaganda nazi”.[2]
Ciertamente lo era. La pregunta de Laqueur se puede responder mejor con otra: ¿es difícil entender que un lector crédulo de un periódico nazi extrajera la conclusión de que aquello que era dicho por los nazis y aprobado por los sionistas —que eran judíos— había de ser cierto? Pero aún sería peor: todo movimiento judíos que predicara acerca de la naturalidad del antisemitismo buscaría, de forma igualmente “natural”, llegar a acuerdos con los nazis cuando estos arribaran al poder.»[3]


[1] Walter Zeev Laqueur (1921) es un historiador alemán radicado en EE.UU.
[2] Walter Laqueur, A History of Zionism. New York: Holt, Rinehart & Winston, 1972, p. 500.
[3] Lenni Brenner:2011, pp. 55-57.