|
Chaim Weizmann |
Weizmann, presidente de
la Organización
Sionista Mundial y primer presidente de Israel, fue siempre un
hombre muy “constructivo”. Eso sí, fue cualquier cosa menos un hombre de paz. Químico
de profesión, colaboró en el emprendimiento bélico desarrollando componentes
para explosivos y colaborando activamente en la industria militar británica
durante la primera guerra mundial. «La acetona para la industria de la cordita
durante
la Primera
Guerra Mundial se produjo eventualmente a través de los
esfuerzos del Dr. Chaim Weizmann, considerado el padre de la fermentación
industrial. Siendo profesor de
la Universidad de Manchester, Weizmann descubrió
cómo utilizar la fermentación bacteriana para producir grandes cantidades de
muchas sustancias deseadas. Él utilizó la bacteria
Clostridium acetobutylicum (el llamado organismo Weizmann) para
producir acetona. Weizmann transfirió los derechos de la fabricación de la acetona
a
la Corporación
Comercial de Solventes a cambio de regalías. Después la
crisis de Shell de 1915 durante
la Primera Guerra Mundial, fue director de los
laboratorios del Almirantazgo Británico desde 1916 hasta 1919.»
«Chaim Weizmann fue presentado a David Lloyd George,
Ministro de Municiones, y a Winston Churchill en 1915 y se le dio facilidades
para desarrollar el proceso. Él utilizó un laboratorio en el Instituto Lister
de Londres y en la planta industrial de la destilería Nicholson de ginebra en
Bow (Three Mills, Londres) para perfeccionar el proceso.»
Gracias a la constructividad de Weizmann, muchos soldados alemanes judíos
fueron eliminados en los frentes de batalla de la
Gran Guerra, y otros tantos quedaron
mutilados o inválidos.
«El término ‘constructivo’, debe recordarse, fue
siempre uno de los clichés favoritos de Weizmann; después de la primera guerra
mundial, había asegurado a los capitalistas en Versalles que el sionismo era
constructivo, a diferencia de la conducta de esos judíos que se implicaban en
“tendencias destructivas”. El pensamiento “constructivo” respecto a Hitler, tan
difundido en los círculos capitalistas de la época, era extraordinario
proviniendo de un judío, pero por supuesto el Alto Sionismo era un mundo lejano
a la mentalidad judía ordinaria.
|
Arthur Ruppin y
Jacob Thon (1880-1950), en una oficina sionista en Jaffa, Palestina (1908) |
El amigo de Weizmann, Ruppin, nacido en
Alemania, era un buen ejemplo de ello. Partidario del mejoramiento racial, era
él quien se encargaba de convertir a jóvenes de clase media en “constructivos”
trabajadores del saludable Boden
judío. En 1934, su libro Jews in the
Modern World [Judíos en el mundo moderno] expresaba abiertamente la línea
acomodaticia del movimiento sionista. […]
|
Sir Lewis Bernstein
Namier |
Lewis Namier,
antiguo secretario político de la
WZO e importante historiador de la aristocracia británica,
escribió el prefacio al libro de Ruppin. Sionistas reconocidos, incluyendo a
Nahum Goldmann, consideraban a Namier como un ardiente judío antisemita.
En su devoción hacia la aristocracia, Namier despreciaba a los judíos como
epítome del capitalismo, del “comercio vulgar”. Como era de esperar, su
introducción expresaba su “comprensión” hacia el antisemitismo: “No todo aquel que se sienta incómodo
respecto a nosotros debe ser denominado antisemita, ni hay nada necesaria e
inherentemente malo en el antisemitismo”.
De hecho, el borrador original era aún más fuerte. Weizmann lo había leído y
había advertido a Namier de que no fuera tan franco al expresar su compartida
tolerancia hacia el nazismo:
“En la p. 6 las líneas
‘pero qué ha pasado, etc.’, marcadas en lápiz, me parecen peligrosas, aunque
coincido con tus conclusiones. Pero se trata de un libro de Ruppin y de un
prefacio escrito por ti, por lo que será citado en Alemania y los ‘patanes’
dirán [que] ‘los propios judíos piensan que sería para bien, etc’. Yo lo
omitiría si fuera posible.”
Tales eran las mentes de las figuras que
dirigían el movimiento sionista en 1935 cuando marcharon hacia su congreso de
verano en Lucerna. En
público negaban que el Ha’avara
tuviera algo que ver con ellos, mientras secretamente se esforzaban por
ampliarlo. En todos los aspectos, su pensamiento y sus políticas estaban en
contra de la inmensa mayoría de los judíos del mundo.»