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Tapa del libro de
Daniel Gutman, “El amor judío de Mussolini. Margherita Sarfatti: del fascismo
al exilio”. |
Pocos saben que en los años veinte del pasado siglo,
la amante oficial de Mussolini era la escritora judía Margherita Sarfatti.Hasta
1934, esta dama nacida en Venecia redactó muchos de los artículos que aparecían
en la prensa firmados por el Duce.
En 1912 conoce a Benito Mussolini. Entre ambos nace
una relación que se transformará en un prolongado romance durante 26 años. Tal
sentimiento acercará a Sarfatti, de origen socialista, a posiciones cada vez
más cercanas a las de Mussolini, hasta tal punto que en 1918, Margherita se
convierte en redactora de “Il Popolo d'Italia”, periódico fundado y dirigido
por el futuro Duce.
Mussolini tuvo decenas de amantes, pero Margherita no
fue una más: su relación duró más de dos décadas y estuvo siempre marcada por
la polémica. El Duce siempre tuvo una buena relación con los judíos en general
y con los sionistas en particular. Así, por ejemplo, tuvo al judío siciliano
Guido Jung (1876-1949), un industrial y miembro del Partido Nacional Fascista,
como ministro de Finanzas entre 1932 y 1935 (éste, fascista fanático, dejó su
puesto para alistarse como voluntario en la guerra en Etiopía).
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Tapa de la
biografía de Mussolini escrita por Margherita Sarfatti: “Dux” (Duce). |
Una vez que Mussolini llegó al poder, en 1922,
Margherita Sarfatti se convirtió en la mujer más influyente de Italia: crítica
de arte, escritora, mujer de extraordinaria cultura y gran personalidad,
Sarfatti, fue para muchos la única persona capaz de dominar a Mussolini. Pero
también tuvo un gran papel en la persecución y violencia contra los
intelectuales y trabajadores opuestos al régimen.
En 1924 se queda viuda de Cesare Sarfatti (1867-1924),
un abogado judío de Padua, y a partir de entonces se dedica a escribir una
biografía de Mussolini, la cual se publica inicialmente en 1925 en Inglaterra
con el título “The Life of Benito Mussolini” y al año siguiente en italiano con
el título de “Dux”.
En 1938, caída en desgracia debido a la implementación
por Mussolini de las leyes raciales, y obligada a exilarse, luego de recorrer
distintos países, vivió siete años en Uruguay y Argentina (1939-1946). En la
capital argentina, cortejó a intelectuales de la oligarquía anglófila como
Victoria Ocampo (1890-1979), Jorge Luis Borges (1899-1986) y Adolfo Bioy
Casares (1914-1999), y algunos republicanos españoles exilados como Rafael
Alberti (1902-1999) y Arturo Cuadrado (1904-1998). Y es que la Sarffati necesitaba por
entonces borrar su pasado fascista y reivindicar su condición de judía para su
supervivencia.
A la izquierda,
Benito Mussolini arrestado por los suizos en 1903. A la derecha, Menajem
Beguin buscado por la policía soviética en 1940.
En julio de 1947 Margherita Sarfatti, con 67 años,
regresó a Italia. Allí, se convertiría en un personaje incómodo, demasiado
próximo al antiguo régimen. En 1961, cuando murió en su casa, cerca de la
frontera con Suiza, los italianos ya habían condenado al olvido a la que supo
ser la reina sin corona del fascismo.
La actriz estadounidense Susan Sarandon interpretó el
papel de Margherita Sarfatti en la película “Cradle Will Rock” (1999), estrenada
en castellano con el título de “Abajo el telón”, escrita y dirigida por Tim
Robbins. Sarandon comentó acerca de su papel:
«Margherita
es una figura histórica de primera línea. Fue la amante de Mussolini y estuvo
sumamente involucrada en el origen de los movimientos artísticos italianos. Fue
mecenas de los nuevos pintores en Italia. Vino a los Estados Unidos para vender
la imagen de Mussolini entre los norteamericanos, y lo hizo a través de la
columna de “Hearst” buscando financiación para la Guerra y tratando de poner
al gobierno estadounidense de parte de Mussolini. Incluso llegó a ser recibida
en la Casa Blanca
por el presidente Franklin Delano Roosevelt. Se codeó con todos los
norteamericanos ricos de aquella época. Y lo complicado de todo esto fue el
hecho de ser judía, y de que no se daba cuenta que, en realidad, estaba
propiciando su propia crisis, que a la postre la hizo huir de su país para
vivir en París, Uruguay y Argentina durante algunos años. No tengo idea si ella
era realmente fascista, o si realmente creyó que había una manera de dormir con
Mussolini sin ser acusada de culpable. Pero terminó sus días en una posición
sumamente incómoda.»